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La inclusión de ACNEEs en aulas ordinarias

Por 22 marzo, 2019

Cómo favorecer y fomentar la inclusión de los alumnos en el aula

Los alumnos con necesidades educativas especiales (ACNEEs) pueden y deben estar incluidos dentro de los contextos escolares ordinarios, pero para ello necesitan la ayuda tanto de los adultos, como de los compañeros.

Si nosotros confiamos en ellos y en sus capacidades, haremos que, en el futuro, no sólo nuestro alumno, haya mejorado, sino también el resto de los alumnos, pues la convivencia con la diversidad enriquece a todos, y nos ayuda a entender mejor las diferencias individuales.

La legislación nacional e internacional, referente a los derechos de la infancia, y de la discapacidad, y en concreto, el derecho a la educación, parten del principio de inclusión, e igualdad de oportunidades, y establecen como premisa que el sistema educativo sea inclusivo en todos los niveles.

Existen factores que van a tener una influencia determinante en el desarrollo de la persona y en su calidad de vida.

Básicamente, estos se identifican con tres aspectos fundamentales:

  • Acceder a un diagnóstico precoz y a una atención temprana especializada.
  • Disfrutar de recursos educativos y comunitarios adecuados a sus necesidades individuales.
  • Disponer de una amplia red de apoyo social que fomente la participación e inclusión.

En este artículo vamos a centrarnos en el segundo y tercer punto, que además están muy interrelacionados ya que el colegio, no solo cumple con la labor educativa, sino que constituye el entorno natural de participación e inclusión de los niños.

¿Qué implica el concepto inclusión?

Inclusión significa ser un alumno más del aula y del colegio, participando de todo lo que ocurre en el centro. Para ello, es importante que no se le saque de ninguna situación ni se le excluya, sino que se adapten las actividades o se enseñe al alumno a responder en aquellas situaciones que no conozca o no maneje por sí mismo.

Por lo que será importante que le enseñemos las mismas rutinas que hacen sus compañeros de clase, los juegos con los que disfrutan o las canciones que cantan.

La inclusión no debe ser una utopía, sino una realidad que hará que la educación mejore en todos los aspectos. Pero esta inclusión no se logra sola, el mero hecho de “colocar” a un alumno con necesidades educativas especiales, en un contexto ordinario, sin apoyos o sin los recursos necesarios, no va a cumplir este objetivo, sino todo lo contrario.

Por lo tanto, al principio, los apoyos deben ser individualizados y han de maximizar las oportunidades de aprendizaje, de inclusión social y de desarrollo personal, siempre teniendo en cuenta que el tiempo que pase en las aulas, tanto específicas como de referencia, debe de ser de calidad y aprovechamiento.

En este sentido hay que valorar si es más importante y preferible, que esté menos tiempo en el aula de referencia, pero con los recursos necesarios, que más tiempo sin el apoyo adecuado lo que generaría un proceso de aprendizaje erróneo y el riesgo de que su inclusión constituya una disrupción.

En conclusión, hay que ir poco a poco dotando de recursos, entre los que son de vital importancia la implicación y formación del profesorado.

¿Cómo podemos favorecer la inclusión de un ACNEE?

Algunas pautas prácticas:

  • Planificar la coordinación entre todos los profesionales que intervienen en el proceso educativo. Establecer las áreas relevantes de apoyo, su nivel e intensidad, y el plan individualizado. Prestar también atención a la estructura del centro, generalizar las ayudas a espacios como el comedor, servicios, aulas, patio, etc. Con este trabajo previo, podemos centrarnos en las pautas siguientes, encaminadas específicamente a la inclusión.
  • Los niños se ayudan mucho entre ellos y aprenden unos de otros, por lo que desde el principio explicaremos a los niños cómo pueden ayudar a nuestro alumno y cómo pueden relacionarse con él, evitando en la medida de lo posible conductas de “niños cuidadores” y fomentando la autonomía personal.
  • Nuestro alumno debe estar presente y mostrar todo lo que sabe hacer, por lo que siempre que sea posible haremos que participe de forma pública y demuestre sus habilidades. Es importante coordinar una buena adaptación curricular, y marcar objetivos, dándole apoyo para lograrlos.
  • Saber qué está de moda en cada momento ayudará a que nuestro alumno esté incluido dentro del grupo. Si, por ejemplo, todos los niños llevan a clase cromos de jugadores de fútbol, será importante que nuestro alumno también los lleve. Las aficiones comunes ayudan a crear vínculos.
  • Ser paciente, son procesos largos y laboriosos que se irán generalizando y dando sus frutos. Necesitamos tiempo y los alumnos también. La empatía, la perseverancia, el trabajo en equipo, la participación, la tolerancia, no se construyen en un día.
  • Observar objetivamente, seguro que algunas conductas de niños con diversidad funcional se asemejan mucho a las de niños neurotípicos, en algún momento, algunos pegan, gritan, discuten, hablan en clase, se distraen o se manchan en el comedor. Si estas conductas ocurren en los ACNEEs, no deben ser explicadas por su etiqueta diagnóstica, si no por la función que cumplen en el contexto.
  • Debemos evitar las muestras de cariño descontextualizadas si queremos que nuestro alumno esté incluido dentro del grupo. Parece natural que un maestro dé besos o abrazos a un niño de 5 años en clase o en el recreo, pero si el alumno tiene ya 12 años, esto se convierte en algo menos habitual y por lo tanto se percibe de forma distinta por sus compañeros.
  • Es fundamental que sea visto como un igual no sólo por sus compañeros sino también por el resto de los profesores, por lo que se hará una labor de sensibilización también con ellos y se les explicará cómo tratar a nuestro alumno para que sea uno más, evitando comentarios del tipo “tenemos un compañero diferente con nosotros”, “tened paciencia con él porque es especial”, mejor evitar etiquetas.
  • Evaluar los progresos, si no lo medimos, no podemos mejorarlo.
  • Ser visible también fuera del centro. Es importante que participe de todas las actividades extraescolares posibles, igual que todos los demás y fomentar grupos de juego, y “quedadas” después del cole o fiestas de cumpleaños.

La primera acepción de “escuela” en el diccionario de la RAE es “establecimiento público donde se da a los niños instrucción primaria”, la novena acepción dice así “lugar real o ideal que puede modelar y enriquecer la experiencia”.

Enseñar y aprender a convivir constituye uno de los pilares de la educación, por lo que la escuela, como parte de su función social, puede contribuir decididamente a consolidar este aprendizaje. Se espera que los alumnos, no sólo logren los contenidos curriculares, sino que desarrollen habilidades sociales y emocionales como parte de su educación integral y su fortalecimiento personal.

La inclusión es una responsabilidad de todos y exige la participación de alumnos, docentes, personal directivo, personal de apoyo, equipos de orientación educativa y psicopedagógica, madres, padres y tutores. Pero sin los apoyos y recursos necesarios, la inclusión no será real ni enriquecedora para nadie, por lo que hay que optar por la mejor situación para cada uno de los alumnos, teniendo en cuenta sus habilidades y los recursos disponibles.

Es un proceso que puede ser largo, por ello hay que tomar el tiempo que sea necesario para producir este cambio en la sociedad y no puede hacerse de un día para otro. De lo que estamos seguros, es de que, con formación, personal e iniciativa, LA INCLUSIÓN SÍ ES POSIBLE. Si falta alguno de estos factores, nunca lo será.

 

José Alberto Monseco Gómez

Psicólogo, BCBA

Director Académico ABASCOOL